El Atlético de Madrid clasifica a cuartos de final de la Champions
«Nunca dejes de creer”. A las 23:29 horas, ese cartel que el Calderón había sacado cuando el partido comenzaba, era el clavo ardiendo de la grada. Porque un aficionado del Atleti nunca deja de creer, eso jamás, pero ayer no podía evitar rezar el Padre Nuestro mientras Juanfran se dirigía, imperturbable, al punto de penalti. El suyo era el momento del partido. El penalti número dieciséis de la tanda. El octavo para el Atlético. El decisivo. El PSV los había metido todos menos, justo, el anterior, su número ocho, ese que Narsingh había enviado al palo justo antes de que le tocara a Juanfran. Era el turno del lateral.
Y Juanfran, tranquilo, como si el destino de millones de corazones no dependiera de él, posó el balón en el punto de cal, dio seis pasos atrás, miro a Zoet como lo hubiera hecho el mismísimo Clint Eastwood antes de un duelo de honor y disparó con la derecha. El balón entró como un obús, raso, pegado al palo derecho y el Calderón, al fin, exhaló 130 minutos de sufrimiento extremo, en un grito afónico que hubiera podido escucharse en el corazón de Holanda. Porque sufrir, la grada sufrió un rato largo. Sufrir para ganar al PSV. Sufrir para alcanzar los cuartos de la Champions. Sufrir porque esto es el Atleti y ya se sabe: te mata, pero también te da la vida.
Vía Diario As.
Te dejamos con la fatídica tanda de los penales: